lunes, 29 de marzo de 2010

Angel Avila: del romancero llanero




Conocí a Ángel Ávila en su pueblo natal, en su casa, en la Mercedes del Llano (Guárico), llegue de improvisto tan sólo preguntando por su nombre. Él cortésmente me invitó a pasar e inmediatamente comenzamos una amistad de total reconocimiento sobre la idiosincrasia llanera y ese universo de poesía que contenía su vida, sus canciones su reflexión sobre la vida con total desprendimiento y confianza.
A decir del también interprete y compositor Don Eneas Perdomo, Ángel Ávila era el mejor romancero del llano, esta calificación del maestro Perdomo tiene una doble significación, primero el carácter histórico que se le debe a este mercedeño guariqueño en cuanto a la creación poética y en segundo lugar el entendimiento de que a pesar de su poca difusión, es ciertamente una cantera del verso-acción vital, es decir lo descriptivo simbólico de la canción romancera en tiempo real cuando identifica y expresa la vida cotidiana del llanero.
Uno de esos versos hecho canción fue “Soy un llanero orgulloso” que el mismo Ángel, ante mi pregunta, no recordaba la fecha ni el lugar cuando los escribió, no obstante ese poema es altamente identificador del proceder de un hombre enamorado de una mujer, de una tierra, de un cielo que son la hechura del llanero. “Soy un llanero, aunque riquezas no tengo pero me siento feliz por nacer en este suelo, tierra de hombres honorables que sufren mirando el cielo pero nunca se doblegan porque no conocen miedo”.
Así como esa otras canciones, que en la voz de otros interpretes, se escucharon por la radio y la televisión venezolana como lo fue “Lamento del canoero” (1969), más allá del romance que fue la ley de Ángel Ávila estaba su condición de campesino sabanero que compartió escenarios con destacados copleros de los tiempos cuando estos eran rigurosamente seleccionados para grabar discos bajo la mirada observadora y el oído escrutador de Jacinto Martínez Orozco y Omar Moreno Gil, en los años cuando la firma disquera Cachilapo no tenía competencias para sacar un disco exitoso al duro mercado del género del joropo venezolano.
A su lado, siempre, Bárbara, quien vivió a la sombra de su “Bonito Araguaney” compuesto por Ángel para su esposa, para ella, como lo decía contenta a sus amigos y conocidos con el orgullo de ser su compañera y diligente protectora con quien compartió las verdes y las maduras y quien en silencio lo reclamó para que estuviera con ella en el cielo, un año después de partir para siempre.
Ángel Ávila sabía que sus romances contenían la raigambre del suelo y cielo espacioso que es el llano que cabe en el pecho de los que allí habitan, “hombres que huelen a botalón y tranquero, a corral de madrugada y a becerro en el chiquero, a soga rejo y totuma, silla y potro cerrero” como decía orgullosamente, pero en el infinito lugar de sus creaciones, está un drama mucho más ancestral que contiene la amalgama de la nostalgia india, el lamento del arriero árabe y las armonías del cuatro medieval que llevaron los jesuitas en vihuelas que luego se convirtieron en guitarrillas (cuatro) y que conjugaron en estos tiempos los cantares y los romances de Ángel Ávila
Estos tiempos reclaman el reconocimiento de nuestros valores patrimoniales como Ángel Ávila y que debemos como deuda al pueblo venezolano en la consecución de sus derechos culturales y en el afianzamiento de la soberanía nacional.


Aldemaro Barrios Romero
venzuelared@gmail.com