Estoy en Budare límite Guárico y Anzoátegui Sur, torciéndole el rabo a un año que se va y amarrando recuerdos viejos con lo nuevo que viene, me sirven de confidentes las brisas en los pajonales de gamelotales chispeados de petróleo, las música melancólica de Jorge Guerrero cantándole a unos guarataros dolidos y la presencia conversadora de Gerardo Jaramillo o Feraldo Faramio como algunos le dicen, donde el tiempo se quedó guardado en el léxico de un viejo idioma español medieval que todavía se habla en el Unare Sur.
“Yo conozco algo de medecinas naturales, verdad, de lo que los palos le dan a uno para curase, por ejemplo, el aceite, el guarataro, la concha é drago y así, porque a usted le gusta jabla de esas cosas verdad seño, verdad es…”
Gerardo no cesa de hablar y yo lamentando no grabar todo su vocabulario para el registro de un habla que esta desapareciendo y que en la opinión del lexicólogo Francisco Javier Pérez, resulta un tesoro del antiguo español que todavía la provincia venezolana guarda como testimonio de una memoria que todavía no ha muerto y que tenemos la responsabilidad de recogerlas para que se siga hablando nuestro idioma y no las frases y palabras anglos traspoladas de la televisión y la radio norteamericana que a diario aprenden nuestros hijos.
Alguna vez una portugués de lo que los llaneros llaman “bongueros” que caminan de pueblo en pueblo vendiendo toda clase de baratijas y utensilios domésticos, como lo hacen los que transitan por los ríos del apure lejano, de musios vendiendo en bongos con el mismos afán, el hombre se acercó donde Gerardo Jaramillo y le vendió uno de esos productos a crédito y el extranjero le preguntó por su nombre en un español mordido, para anotarlo en la factura y él le dijo como se llamaba: “Gerardo Jaramillo”, pero el lusitano apuntó y dijo en voz alta: “ok Feraldo Faramio”.
Uno de los sobrinos de Gerardo trató de corregir al portugués por la pronunciación del nombre de su tío y este le indicó: no ta´ bien así señó, tu no seas bruto, no vez que así se dice mi nombre en portugués.” En gesto de prudencia campesina.
Desde entonces a Gerardo le nombran Feraldo Faramio en la frontera Guárico Anzoátegui por los lados de Pariaguán donde nace el río que escondió al cacique Unarí a finales de 1600 según los relatos aparecidos en el libro Tomuzas.Por allí mismo “conuquea” Gerardo Jaramillo hijo del antaño Rito Jaramillo que hoy ve con sus ojos cenizos y la voz ronca de mascar tabaco y por allí mismo este y otros campesinos hermanos sacan su sustento, a pesar de haber llegado la presencia de la industria petrolera que pagan miseria por arrendar sus potreros y que por error humano dejaron que un pozo petrolero estallara para anegar las cabeceras del Unare del liquido pastoso y negro, inútil para calmar el hambre y la sed porque las lagunas, caños y los conucos de los jaramillos se mancharon de tizne negro igual que los araguaneyes, los guarataros, cartanes toda la flora y la fauna entorno a Budare.
A decir de Don Rito “eso no ayuda a nadie, más bien estorba, no ve usted”, el ganado no tiene ahora agua, ni alimento porque a la paja manchada de tizne “no le entra el ganado” habrá que venderlos o quien sabe que hacer con el tiempo y esos animales”.
A la incertidumbre del tiempo, del clima se le agrega las incursiones de industria petrolera que sin planificación, por lo que se evidencia; no dejan espacio para determinar responsabilidades ni cumplir con los productores locales y tratar de armonizar una industria de parabienes con el país y el medio ambiente local.
A pesar de todas estas circunstancias Gerardo sigue hablando: “Mire yo quiero a Ramona como a mi tierra, con todo lo viejo que estoy, porque uno nunca debe faltarle Dios, esa es la mujer que él me dio y por ella es que velo y cuido yo, no le voa deci mentira, con las patas chuecas y to´, ella ha sio buena, más de buena. Ah pero le voa deci algo, tengo una frasco de ron con una chucho de morrocoy para el entusiasmo y de vez en cuando que me jecho una trago pa´albrestame, mire y me alebresta, le digo que puedo acomoda a cualquiera que me encuentre en el camino y que quiera acompañame, eso si quiere, usted sabe a uno nunca le falta Díos y la masca de tabaco en el bolsillo pa´espantá culebras malas, verdad.
Se dice que a Gerardo le han picado no menos de treinta cascabeles y pueden seguirle picando sin que el veneno le haga efecto según él, porque ha sido inmunizado “con la gracia Díos” no obstante nos indica lo precavido que es él cuando sale al monte y como todo llanero se hace la señal de la cruz y pide bendiciones antes de “agarra la pica” según su decir.
La tarde gris me despide de este confidente amigo que dejo acompañado de pajonales danzando la brisa de las sabanas quebradas de Budare en la cuenca inicial del Unare, y giro hacia la canción triste de Jorge Guerrero que cuenta la terminación de un cuento de guarataros, guamo y palma que me acompaña despidiendo nostalgias y añoranzas de tiempos idos que todavía esconde la provincia venezolana donde todavía vive el país ausente del poeta Luís Alberto Crespo.
Aldemaro Barrios Romero
Foto: Gerardo Jaramillo y Ramona de Jaramillo
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