HAY UN CABO QUE OBSERVA
El Cabo Codera no deja de mirar la inmensa laguna salada que le refresca su rostro endurecido por la cadencia de la naturaleza y la mano del hombre. Con su mirada perdida en el horizonte, el Cabo Codera ha visto caer la noche en pleno día, pero también ha visto salir el día en plena noche, como relámpagos
tormentosos al grito de Malavi Maticú Lambí. Misteriosamente y enmudecido ha palpado y sentido el tiempo, que no puede escapar del espacio refrescante, esperanzador y angustiante que va desde LA PIEDRA DE DORMIR, en Chirimena, hasta el legendario San Pedro Alcántara de Chupaquire, antiguo lugar perdido por los alrededores de Cúpira.
Cuentan que la Piedra de Dormir fue una hermosa muchacha negra barloventeña, de senos muy paraditos, de nalgas perfectamente redondeadas y sensualmente abultadas, sonrisa de marfil, cintura de guitarra emborrachada de luna de agua. Esa muchacha se enamoró del mar y descubrió sus secretos profundos, gozando inmediatamente de las caricias de las ondas marinas y penetró en el recóndito misterio de los fondos subacuáticos. Llegó a tener una enorme obsesión por el mar. Olvidó a hermanos, parientes amigos.
Asumió todo lo que era infinitud, horizonte, oleaje, plenitud, soledad absoluta. Desobedeció a sus padres. Por esa actitud los lugareños hicieron una conjura para convertirla en piedra. Hoy permanece allí empinada, ni en el mar, ni en la tierra. Las ondas del mar la acarician, pero la tierra la sujeta y no la deja sumergirse en el abismo oceánico.
El otro extremo que observa el Cabo Codera es San Pedro Alcántara de Chupaquire, lugar no visible que vivió uno de los más terribles momentos de la historia cultural barloventeña, pues los primeros habitantes de ese espacio conocidos como Tomuzas, se opusieron a la penetración colonial que venia con pasos agigantados desde las misiones de Pìritu con la finalidad de exterminar los mitos, los símbolos y el matrimonio hombre-naturaleza.
Allí se enfrentaron CHANCHAMIRE, dios de las aguas dulce de La Laguna de Tacarigua, y la CRUZ de la ortodoxia católica, símbolo de la conquista, la colonización, el despojo y la opresión. Fue una lucha cruenta entre el día y la noche, entre el bien y el mal, entre la cultura del trigo y la cultura de la yuca, entre el hombre del frío y los hombres del trópico. El Cabo Codera, desde lejos, testificó calladamente e impotente ese combate desigual que se decidió a favor de la Inquisición y el etnocidio de una cultura que, según las excavaciones recientes, remontan más allá de la edad de Cristo. Con su frente y su mirada que abarca toda la costa barloventeña, el Cabo Codera ha escuchado y mirado tantas cosas que las fue guardando secretamente para desde su aposento mágico configurar la cultura del espacio barloventeño.
Tenemos que la especificidad cultural barloventeña se fue configurando a través de su historia y su espacio. Quiriquires, Tomuzas, Hispanoàrabes, Canarios, Congos, Minas, Fon, Carabalìes, entre otros grupos étnicos con sus componentes culturales fueron enredándose unos con otros en concubinatos nocturnos para hinchar el vientre y parir nuestro modo de ser. Pero ¿Que es la especificidad cultural barloventeña?. Cuando hablamos de Barloventeñidad nos referimos a aquellos valores, tradiciones, historia, espacio geográfico y natural que se enraizaron en nuestra corporeidad. Ese conjunto de valores culturales es el resultado de un proceso histórico, construido en un espacio concreto, determinado por hombres y mujeres que incidieron en espacios cimarrones, religiosos, festivos, danzarios. Hombres y mujeres que construyeron creativamente su imaginario lo que conllevo a la estructuración de un modo de ser que va desde la relación con la naturaleza hasta el sentido religioso, la relación de familia, la solidaridad tan perdida en los tiempos de la postmodernidad.
Existe una cultura sedimentada en una profunda relación AFROHISPANOÀRABE, pero el aspecto indígena no deja recordarnos nuestra deuda con los TOMUZAS y QUIRIQUIRES. La cultura de la yuca nos sigue alimentando, el cazabe, la naiboa, el capino, el almidón, la leyendas de CHANCHAMIRE. Los nombres de los pueblos como Capaya, Caucagua, Curiepe, Cúpira, El Guapo, Higuerote, Mamporal, Panaquire, Tacarigua, nos refrescan nuestra ancestralidad indígena. Estos nombres de pueblos tiene su significado predominantemente en lengua Caribe y Cumanagotos según los indigenista Arìstides Rojas y Lisandro Alvarado. Capaya, en lengua Caribe significa roca, peña o piedra. Caucagua, en Cumanagoto quiere decir lugar de aguas impetuosas o cauces de aguas. Cùpira, significa en lengua Caribe “un pez de agua dulce que abunda en los ríos cordilleranos”, también fue un cacique. Curiepe o “lugar donde mataron al acure” en lengua Cumanagoto. El Guapo es una planta herbácea rica en almidón, este nombre es de origen Caribe. Higuerote, viene de la voz Igoroto, antiguo cacique. Mamporal, viene de la voz indígena Mapora que en lengua Arauco significa lugar poblados de mapora, planta de tronco cilíndrico que crece hasta unos trece metros de alto. Panaquire, voz Caribe que procede de “pana” que significa oreja y “quire” picazón. Tacarigua, voz que se traduce como árbol bombaceo también conocido como “lano” y sirve para hacer canoas. Tapipa, en lengua Cumanagoto traduce “enramada o troja que utilizaban los indígenas para mirar desde lo alto”.
Tenemos que la especificidad barloventeña tiene su base en su diversidad etnogenètica misma. La presencia africana de los grupos étnicos que procedían de las civilizaciones africanas , ubicadas al sur del desierto del Sahara, dejaron una huella imborrable y perceptible. Como esclavos fueron introducidos durante el siglo XVIII en los primeros centros poblados barloventeños como Caucagua, Araguita y Capaya, después Panaquire, Curiepe, Mamporal, Tacarigua, Cúpira, El Guapo, Río Chico. Para las ultimas décadas del siglo XVIII existían aproximadamente QUINIENTAS HACIENDAS DE CACAO donde fueron distribuidos 4.872 ESCLAVOS. Con la ocupación involuntaria del territorio barloventeño por parte de los africanos y sus descendientes se van a entrejer nuevos códigos que se segmentarían en el proceso de conformación de la pluralidad cultural regional. Hasta ahora algunos autores han pretendido hacer ver de que los hombres y mujeres del África subsahariana no contribuyeron en las técnicas para el trabajo agrícola, y eso nos parece tremenda desacierto pues ellos, hombres también de la tierra trajeron también sus técnicas, basta recordar que ellos procedían de antiguas civilizaciones como Kongo Dia Ntotela, Dahomey, Yoruba, Ghana, entre otros, que para alimentarse tenían que cultivar la tierra. Pero también es indiscutible que con ellos venían internalizado códigos morales, políticos y de guerra que se tradujo en el permanente cimarronaje que sacudió a Barlovento durante el siglo XVIII y hasta las cuatro primeras décadas del siglo XIX, pasando por supuesto por la guerra de independencia. La cultura es una de las expresiones humanas mas perceptibles de la contribución africana al proceso de conformación de nuestra barloventeñidad: música, danza, religión, culinaria, técnicas de peinados, gestos, entre otros aspectos, marcarían definitivamente la especificidad regional.
La etnogènesis de nuestra barloventeñidad es esencialmente AFROINDIGENA. El punto de partida histórico de la cultura barloventeña esta sustenda en esa mezcla de Quiriquires-Tomuzas y Kongos, Carabalies y Fon, que delinearon esa especificidad. Esa práctica se vio en el Cumbe de Ocoyta en 1791, así como también en los intercambios culturales. La población barloventeña es mayoritariamente negra y en segundo lugar “zamba”, término que utilizaron los colonialistas para definir la mezcla entre el indio y el negro.
De esta alucinante simbiosis biológica y cultural, tenemos en los dias de hoy una hermosa CULTURA DE RESISTENCIA que pugna por su preservación dinámica frente a los procesos de desarraigo y desarticulación a que es sometida nuestra región
La hispanoarabidad es el tercer elemento que definiría nuestra barloventeñidad. Es un error seguir hablando de cultura española “pura”, sino no se mira en la relación histórica de los ochocientos siglos que estuvo la cultura Árabe en España. Como cultura dominante abonó, al proceso histórico de la barloventeñidad, las reglas de las formas del poder político social, parte de la arquitectura, la definición del espacio geográfico, la lengua, las instituciones, los focos primarios de la corrupción, los vicios, los prejuicios, la religión dominante y la discriminación que luego se convirtieron en valores de la sociedad global.
He aquí el origen primario, desde el punto de vista histórico de nuestra barloventeñidad. He aquí el molde donde se vaciaron estas civilizaciones que incidieron en este valle profundo y diverso.
En los actuales momentos, debido a las migraciones recientes de árabes y portugueses, que controlan gran parte del comercio barloventeño, se han ido introduciendo elementos de sus respectivas culturas, lo cual va ir produciendo elementos de enriquecimiento que originará un nuevo proceso de TRANSCULTURACIÓN, en algunos casos y DESPLAZAMIENTO CULTURAL, en otros.
El Cabo Codera no deja de mirar la inmensa laguna salada que le refresca su rostro endurecido por la cadencia de la naturaleza y la mano del hombre. Con su mirada perdida en el horizonte, el Cabo Codera ha visto caer la noche en pleno día, pero también ha visto salir el día en plena noche, como relámpagos
tormentosos al grito de Malavi Maticú Lambí. Misteriosamente y enmudecido ha palpado y sentido el tiempo, que no puede escapar del espacio refrescante, esperanzador y angustiante que va desde LA PIEDRA DE DORMIR, en Chirimena, hasta el legendario San Pedro Alcántara de Chupaquire, antiguo lugar perdido por los alrededores de Cúpira.
Cuentan que la Piedra de Dormir fue una hermosa muchacha negra barloventeña, de senos muy paraditos, de nalgas perfectamente redondeadas y sensualmente abultadas, sonrisa de marfil, cintura de guitarra emborrachada de luna de agua. Esa muchacha se enamoró del mar y descubrió sus secretos profundos, gozando inmediatamente de las caricias de las ondas marinas y penetró en el recóndito misterio de los fondos subacuáticos. Llegó a tener una enorme obsesión por el mar. Olvidó a hermanos, parientes amigos.
Asumió todo lo que era infinitud, horizonte, oleaje, plenitud, soledad absoluta. Desobedeció a sus padres. Por esa actitud los lugareños hicieron una conjura para convertirla en piedra. Hoy permanece allí empinada, ni en el mar, ni en la tierra. Las ondas del mar la acarician, pero la tierra la sujeta y no la deja sumergirse en el abismo oceánico.
El otro extremo que observa el Cabo Codera es San Pedro Alcántara de Chupaquire, lugar no visible que vivió uno de los más terribles momentos de la historia cultural barloventeña, pues los primeros habitantes de ese espacio conocidos como Tomuzas, se opusieron a la penetración colonial que venia con pasos agigantados desde las misiones de Pìritu con la finalidad de exterminar los mitos, los símbolos y el matrimonio hombre-naturaleza.
Allí se enfrentaron CHANCHAMIRE, dios de las aguas dulce de La Laguna de Tacarigua, y la CRUZ de la ortodoxia católica, símbolo de la conquista, la colonización, el despojo y la opresión. Fue una lucha cruenta entre el día y la noche, entre el bien y el mal, entre la cultura del trigo y la cultura de la yuca, entre el hombre del frío y los hombres del trópico. El Cabo Codera, desde lejos, testificó calladamente e impotente ese combate desigual que se decidió a favor de la Inquisición y el etnocidio de una cultura que, según las excavaciones recientes, remontan más allá de la edad de Cristo. Con su frente y su mirada que abarca toda la costa barloventeña, el Cabo Codera ha escuchado y mirado tantas cosas que las fue guardando secretamente para desde su aposento mágico configurar la cultura del espacio barloventeño.
Tenemos que la especificidad cultural barloventeña se fue configurando a través de su historia y su espacio. Quiriquires, Tomuzas, Hispanoàrabes, Canarios, Congos, Minas, Fon, Carabalìes, entre otros grupos étnicos con sus componentes culturales fueron enredándose unos con otros en concubinatos nocturnos para hinchar el vientre y parir nuestro modo de ser. Pero ¿Que es la especificidad cultural barloventeña?. Cuando hablamos de Barloventeñidad nos referimos a aquellos valores, tradiciones, historia, espacio geográfico y natural que se enraizaron en nuestra corporeidad. Ese conjunto de valores culturales es el resultado de un proceso histórico, construido en un espacio concreto, determinado por hombres y mujeres que incidieron en espacios cimarrones, religiosos, festivos, danzarios. Hombres y mujeres que construyeron creativamente su imaginario lo que conllevo a la estructuración de un modo de ser que va desde la relación con la naturaleza hasta el sentido religioso, la relación de familia, la solidaridad tan perdida en los tiempos de la postmodernidad.
Existe una cultura sedimentada en una profunda relación AFROHISPANOÀRABE, pero el aspecto indígena no deja recordarnos nuestra deuda con los TOMUZAS y QUIRIQUIRES. La cultura de la yuca nos sigue alimentando, el cazabe, la naiboa, el capino, el almidón, la leyendas de CHANCHAMIRE. Los nombres de los pueblos como Capaya, Caucagua, Curiepe, Cúpira, El Guapo, Higuerote, Mamporal, Panaquire, Tacarigua, nos refrescan nuestra ancestralidad indígena. Estos nombres de pueblos tiene su significado predominantemente en lengua Caribe y Cumanagotos según los indigenista Arìstides Rojas y Lisandro Alvarado. Capaya, en lengua Caribe significa roca, peña o piedra. Caucagua, en Cumanagoto quiere decir lugar de aguas impetuosas o cauces de aguas. Cùpira, significa en lengua Caribe “un pez de agua dulce que abunda en los ríos cordilleranos”, también fue un cacique. Curiepe o “lugar donde mataron al acure” en lengua Cumanagoto. El Guapo es una planta herbácea rica en almidón, este nombre es de origen Caribe. Higuerote, viene de la voz Igoroto, antiguo cacique. Mamporal, viene de la voz indígena Mapora que en lengua Arauco significa lugar poblados de mapora, planta de tronco cilíndrico que crece hasta unos trece metros de alto. Panaquire, voz Caribe que procede de “pana” que significa oreja y “quire” picazón. Tacarigua, voz que se traduce como árbol bombaceo también conocido como “lano” y sirve para hacer canoas. Tapipa, en lengua Cumanagoto traduce “enramada o troja que utilizaban los indígenas para mirar desde lo alto”.
Tenemos que la especificidad barloventeña tiene su base en su diversidad etnogenètica misma. La presencia africana de los grupos étnicos que procedían de las civilizaciones africanas , ubicadas al sur del desierto del Sahara, dejaron una huella imborrable y perceptible. Como esclavos fueron introducidos durante el siglo XVIII en los primeros centros poblados barloventeños como Caucagua, Araguita y Capaya, después Panaquire, Curiepe, Mamporal, Tacarigua, Cúpira, El Guapo, Río Chico. Para las ultimas décadas del siglo XVIII existían aproximadamente QUINIENTAS HACIENDAS DE CACAO donde fueron distribuidos 4.872 ESCLAVOS. Con la ocupación involuntaria del territorio barloventeño por parte de los africanos y sus descendientes se van a entrejer nuevos códigos que se segmentarían en el proceso de conformación de la pluralidad cultural regional. Hasta ahora algunos autores han pretendido hacer ver de que los hombres y mujeres del África subsahariana no contribuyeron en las técnicas para el trabajo agrícola, y eso nos parece tremenda desacierto pues ellos, hombres también de la tierra trajeron también sus técnicas, basta recordar que ellos procedían de antiguas civilizaciones como Kongo Dia Ntotela, Dahomey, Yoruba, Ghana, entre otros, que para alimentarse tenían que cultivar la tierra. Pero también es indiscutible que con ellos venían internalizado códigos morales, políticos y de guerra que se tradujo en el permanente cimarronaje que sacudió a Barlovento durante el siglo XVIII y hasta las cuatro primeras décadas del siglo XIX, pasando por supuesto por la guerra de independencia. La cultura es una de las expresiones humanas mas perceptibles de la contribución africana al proceso de conformación de nuestra barloventeñidad: música, danza, religión, culinaria, técnicas de peinados, gestos, entre otros aspectos, marcarían definitivamente la especificidad regional.
La etnogènesis de nuestra barloventeñidad es esencialmente AFROINDIGENA. El punto de partida histórico de la cultura barloventeña esta sustenda en esa mezcla de Quiriquires-Tomuzas y Kongos, Carabalies y Fon, que delinearon esa especificidad. Esa práctica se vio en el Cumbe de Ocoyta en 1791, así como también en los intercambios culturales. La población barloventeña es mayoritariamente negra y en segundo lugar “zamba”, término que utilizaron los colonialistas para definir la mezcla entre el indio y el negro.
De esta alucinante simbiosis biológica y cultural, tenemos en los dias de hoy una hermosa CULTURA DE RESISTENCIA que pugna por su preservación dinámica frente a los procesos de desarraigo y desarticulación a que es sometida nuestra región
La hispanoarabidad es el tercer elemento que definiría nuestra barloventeñidad. Es un error seguir hablando de cultura española “pura”, sino no se mira en la relación histórica de los ochocientos siglos que estuvo la cultura Árabe en España. Como cultura dominante abonó, al proceso histórico de la barloventeñidad, las reglas de las formas del poder político social, parte de la arquitectura, la definición del espacio geográfico, la lengua, las instituciones, los focos primarios de la corrupción, los vicios, los prejuicios, la religión dominante y la discriminación que luego se convirtieron en valores de la sociedad global.
He aquí el origen primario, desde el punto de vista histórico de nuestra barloventeñidad. He aquí el molde donde se vaciaron estas civilizaciones que incidieron en este valle profundo y diverso.
En los actuales momentos, debido a las migraciones recientes de árabes y portugueses, que controlan gran parte del comercio barloventeño, se han ido introduciendo elementos de sus respectivas culturas, lo cual va ir produciendo elementos de enriquecimiento que originará un nuevo proceso de TRANSCULTURACIÓN, en algunos casos y DESPLAZAMIENTO CULTURAL, en otros.
Jesus "Chucho" Garcìa.
Ilustraciòn: Ernestò Leòn (serie Tomuzas)
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