miércoles, 5 de marzo de 2008

UN LIBRO COMO ARMA


Presentación del libro "Tomuzas: alba de la resistencia aborigen" en Altagracia de Orituco.


Recientemente envié un mensaje al chateador del portal en internet Orituco.com y me encuentro con una tripa de mensajes que me permitieron entender como piensan algunos gracitanos u orituqueños especialmente jóvenes sobre su propia tierra y sus gentes, sobre sus realidades y sus irrealidades. Este tipo de encuentros nos permite sumar al diagnóstico, la caracterización de varios elementos que consientan perfilar la psicología social de nuestros hermanas y hermanos guariqueños.

Encuentro mucha autonegación, mucho de baja estima, luchando contra el reconocimiento de cómo somos y de donde venimos históricamente, del orgullo de ser de esta tierra y en esa lucha aparece esta arma convertida en libro cuyo título es: Tomuzas: alba de la resistencia aborigen, que fue presentado en Altagracia de Orituco el pasado sábado 1 de marzo.

Desde que los españoles vinieron a suplir con sus palabras, ríos, tierras, gente, venimos perdiendo espacio cultural y negándonos a nosotros mismos, estigmatizando nuestros propios valores, desconociendo el valor del otro y desde siempre criticando de manera hiriente al que hace, para no hacer nada, para qué? para acabar con nosotros mismos sin darnos cuenta.

Estoy hablando de febrero de 2008, no de febrero de 1630, sin embargo persiste el espíritu de negación de lo autóctono, la negación de nuestros propios valores morales y éticos y lo más importante el ocultamiento o desaparición de nuestras propias realidades para suplirlas por artificios culturales extraños, descontextualizados de nuestra propia circunstancia.

Muchos de los investigadores, cronistas, antropólogos, etnógrafos e historiadores que recorrieron o escribieron sobre el Orituco para determinar las fuentes étnicas que vivían en los parajes al pie de la Serranía Maestra del Interior, nos hablan de los Palenques, la designación que hicieron los documentos y crónicas hechas por los frailes franciscano o dominicos, o por los escríbanos de las encomiendas o incluso por historiadores coloniales españoles que basaron sus documentos en cuentos de oficiales o soldados que viajaron de América a España desde donde escribieron sus relatos.

Pero pocas veces hablan de los guamonteyes, los guarinos y rara vez de los oritucos, porque para los españoles se resumía mejor aquella familia étnica como Palenques, los que hacían fortificaciones con palos.

Muy pocas veces se escucha o lee sobre los Tomuzas o Tomuzos como los identifica el historiador Pedro Calzadilla Alvarez, y si le preguntamos a cualquiera que significa tomuza: nos dira pelo enmarañado, cabellera larga desordenada
A la perdida de las palabras, sigue la perdida de la identidades, voces que han sido sustituidas, olvidadas, boarradas como, precisamente, el primer acto colonial de dominación no permitir que los dominados reconozcan sus identidades y sus pertenencias a la tierra a los ríos, a los bosques o montañas, incluso su propia cédula de identidad que nos reconoce como venezolanos, hoy día.

De manera que se trata de una situación muy grave, sumamente delicada, la tarea que nos convoca a reivindicar nuestras identidades, a investigar de donde venimos y difundir nuestras verdades a los cuatro vientos y por todos los medios, si nos queremos, y si no queremos que nuestros jóvenes respeten y admiren prototipos culturales del pensamiento único derivado de las pautas musicales o conductuales de la televisión privada venezolana (salvo excepciones) que a su vez tiene las pautas de las grandes empresas de comunicación anglosajona en vez de nuestra colorida diversidad cultural.

Y pregunto ¿No es acaso eso lo que ocurre hoy? Porque los muchachos identifican mejor un ritmo y un cantante regaee que a Pablo y Pablito Arocha, compositor e interprete de una magnifica bandola en el Orituco, porque los niveles de exposición y aprendizaje del primero tienen mayor frecuencia que los segundos.

Y que hacer?. Bueno un plan de promoción de los valores locales, pero es necesario levantar diagnósticos de lo que hemos tenido y tenemos en términos de nuestra historia pasada y reciente, de nuestra palabra hablada y escrita especialmente en los llanos del olvido.
En todas las manifestaciones posibles a través de todos los medios posibles.
Esa es la tarea fundamental de los mandatarios pero también de la gente del barrio o caseríos al combinar esta acciones que son del mundo cultural con las del embellecimiento de la ciudad en la participe la comunidad para lograr enamorar a los propios y extraños de nuestras valores espirituales y materiales.

Es un acto de amor a una mujer madura que se llama Venezuela y que ha sido golpeada por el tiempo y las malas gerencias, pero también de la indiferencia de sus propios habitantes, es una herida que tenemos que curar en todo el territorio nacional, estar concientes de que ello nos ocurre a todos y que para superar debemos desamarrarnos las vendas y ser autocríticos construtivos.

Reconocernos en los valores antiguos y originarios el orgullo del guerrero aborigen, la fuente principal que nutre una revolución como la de hoy y ese conocimiento fortalece el cuerpo ético y moral de los hombres y mujeres que aquí habitan. La manera de ver el cosmo de nuestros aborígenes y la combinación del mestizaje cultural posterior al siglo XVI nos permite ver y hacer la vida de colores distintos a los que ven hoy día los europeos o los norteamericanos.

Finalmente mi infinito agradecimiento a la gente de Altagracia y de Guaribe con su voces, y sonidos originarios, su bandola montañera y sus memorias cálidas y familiares, especialmente a Carlos López, Pablo Arocha y Pedro Calzadilla Alvarez, pilares culturales de la región y a todo su gentío de luchas por reindicar valores de la cultura e la historia local, mil gracias.

Aldemaro Barrios Romero
venezuelared@gmail.com

1 comentario:

Susana del Rosal dijo...

Muy interesante el contenido de tu blog, bastante calidad y amor llenando líneas y líneas. Felicitaciones!...un saludo desde Altagracia de Orituco, tierra de gracia.