domingo, 26 de octubre de 2008

Las memorias del terror. El guerrillero venezolano: héroe o bandido.

Por Aldemaro Barrios. venezuelared@gmail.com

Viene a mi mente un comentario hecho por un militar nacido en esta zona y cuyo nombre me reservo por razones personales, en el que me indicaba que las atrocidades cometidas contra algunos campesinos en los años 70 y 80 se debió a que oficiales del ejército (algunos de la zona) para obtener u optar a grados superiores inventaban la existencia de grupos guerrilleros en estas zona del Orituco y procedían a hacer planes antiguerrilleros aplicando los métodos de la Escuela de las Américas, capturaban individuos inocentes, los encarcelaban, torturaban y sometían a los más viles tormentos de acoso psicológico y físico para justificar procedimientos militares que le valían a su hoja de servicio, sin haber ninguna evidencia que los inculpara como guerrilleros verdaderos.
Este relato viene a razón de una historia funesta de nuestra crónica regional que hoy nuestra memoria debe reconocer como un proceso de terrorismo de estado que todavía tiene consecuencias sobre la población de Altagracia, Guaribe y pueblos circunvecinos.
La visión que tenían algunos hombres y algunas mujeres de esta tierra que dedicaron su juventud y los mejores momentos de su vida a la lucha política, arriesgándola y entregándola por ideales de justicia, libertad y redención social que vemos concretarse en estos tiempos, fue vista en su momento como una acción sanguinaria, bandolera, esa fue la manera como a través de los medios se nos vendía la imagen de los insurgentes y que todavía se nos acecha como un fantasma.
Nombrar a uno, a dos o tres sería injusto puesto que el tiempo y el espacio no están disponibles para ello y por que además fueron incontables los campesinos que sufrieron el asedio terrorista del estado de entonces, héroes anónimos que no pedían nombradía, pero si debemos hacer el reconocimiento al guerrillero desconocido, al que los mecanismos de poder entonces estigmatizaron en una suerte de bandolero o asesino sanguinario, cuando por el contrario representaban una llama de esperanza en la vida de miseria desmesurada del campesinado pobre, sobre quienes cayeron toneladas de bombas, tiros y desolación, acoso y toda suerte de hostilidades que las generaciones actuales ni se imaginan.
Alguien en algún momento indicó que no se debía hablar de este tema porque todavía en el pueblo venezolano hay temores y resquemores de cuando la guerrilla actuaba en Venezuela, que no es conveniente tocar el tema por la sensibilidad que está en las mentes de algunos oficiales y que se trata de un tema que puede generar “antipatías” hacia la izquierda. Entiendo que estos mitos deben ser derrumbados en tanto se aborde con criterios científicos y con métodos de estudio serios, el tema y lo que realmente ocurrió, no solo para salirse al paso a estos “miedos” y a las mentiras de algunos escritores, políticos y aventureros de la jungla derechista nacional e internacional que han escrito o dicho, sino para dignificar un periodo de la historia de las luchas populares que marcó el destino y derivó en lo que hoy construye ese mismo pueblo.

No hay dudas que para ambos bandos hubo bajas que se cuentan como perdidas de vidas humanas irrecuperables, es lo lamentable de una guerra, son los resultados del sin fin de la lucha que los pueblos tienen que entablar para lograr su redención y recuperar la dignidad de vivir en democracia con plenas libertades civiles y asistiendo a la demanda de sus derechos políticos, sociales, culturales y económicos.

Ha permanecido en nuestra conciencia ese concepto ofensivo que dificulta la comprensión de la heroicidad del guerrillero y de nuevo la descalificación del concepto y la gesta guerrillera, que aunque derrotada por diversos factores que no me propongo analizar, significan un interesante alcance para la comprensión de una realidad que todavía hoy la vivimos en tiempo real. Solo la imagen del Ernesto Che Guevara, de su desprendimiento material y su condición humana han roto ese cerco subjetivo que estigmatizó al guerrillero venezolano y latinoamericano. Para un niño o un joven cubano un guerrillero es un héroe, un libertador, pero para nosotros con años de desprestigio y estigmatización negativa su nombradía nos evoca otro concepto.

Desgraciadamente el terrorismo de estado se puso en práctica, funcionó y dio resultados para la derecha entonces en el poder. La mentira y la desinformación metódica y coordinada por años nos “enseñó”, si vale el apelativo, a desconocer la valía del guerrillero.
Todo el aparataje mediático de guerra psicológica suscrito en los manuales de la Escuela de las Américas de los años 60 donde se formaron la mayoría de los oficiales que lucharon en la contrainsurgencia se aplicaron aquí, con métodos por primeras vez empleados en América y que fueron puestos en práctica inicialmente en estos pueblos en sus montañas que hacen límite norte de Guárico con Miranda. La desaparición forzada, el crimen, el asesinato y la tortura se hicieron eco en la voz de los comunes, el terror se esparció a veces mezclado con leyendas como ocurre con frecuencia en el llano.

Lo que hoy vemos que se aplica en Colombia en la lucha contrainsurgente, los desplazados, los bombardeos masivos, lo vivieron en los años sesenta, cientos de familias campesinas y vecinos de estos pueblos, a mediados y finales de los años 60 el terrorismo de estado fue aplicado como ensayo aquí en estas montañas y en estos pueblos por primera vez para desgracia y vergüenza de la humanidad.

Todavía hoy queda pendiente registrar los testimonios e información sobre lo que ocurrió durante los años sesenta para reconstruir un pedazo de la historia regional y nacional, que debe ser conocida y desmitificada desde el olvido y para que sea dignificada la memoria de cientos de hombres y mujeres de la ciudad y de estos campos que dieron su vida por principios éticos y morales que coinciden con el deseo humano de vivir en justicia social, igualdad de derechos sociales, políticos, económicos y culturales.

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